miércoles, 18 de noviembre de 2009

Los NN enterrados en Pergamino durante la dictadura claman justicia

Dentro de todas las inhumaciones efectuadas en el Cementerio bajo la denominación de NN, hay un caso que sobresale. Es un cadáver brutalmente torturado y mutilado, que había aparecido cerca de El Socorro.

Entre todos los enigmas y sospechas que genera el horror de la época de la dictadura, el Cementerio Municipal es un foco enorme de material que abona las conjeturas. El Tiempo ha venido, en dos notas anteriores, abordando aspectos cruciales que surgen de los libros de registro, tanto de lo que dicen como de aquello que ocultan. Cualquier lector, mínimamente predispuesto a entender, comprenderá que esas páginas gritan. En cuanto a la denominación de NN, tristemente celebre en aquellos oscuros años, hay un caso por ahora -y quizá para siempre- irresuelto, que ha despertado y sigue motivando infinita curiosidad. Paradójicamente, podría asegurarse que se trata del NN más “conocido”. En su momento, la aparición de ese cadáver tuvo difusión en los medios locales, y ha sido motivo de investigaciones anteriores a la actual. En el registro de inhu-maciones, que existe en el Cementerio Municipal, puede leerse que el 7 de marzo de 1976, a las 8:00 de la mañana, fue inhumado un cadáver que había sido hallado en proximidades de la localidad de El Socorro. El individuo no fue identificado, y se lo inscribió como NN, pero se anotó un dato que sorprende por su precisión: 26 años de edad. En todos los demás casos de cadáveres no identificados no se consignan edades. Lo dice el libro, y lo corroboraron otras fuentes, que en la cabeza, a al altura de la sien izquierda, se apreciaban dos orificios de bala. El cuerpo estaba ferozmente mutilado, con las manos atadas con una cinta plástica, y las yemas de los dedos borradas. Como resultado de una feroz tortura, quedaban trozos de alambre en las partes íntimas, como testimonio de un sadismo que sigue conmoviendo a quienes lo recuerdan. Jorge Aguilera, conocido como Cachamay, que ya lleva unos cuarenta años desempeñándose en tareas internas del Cementerio, aceptó hablar con El Tiempo, como ya lo había hecho en otras oportunidades. A Aguilera le tocó participar del entierro de esos restos, y recuerda perfectamente las circunstancias. Pese a los años transcurridos, sus testimonios actuales coinciden con los que anteriormente brindara ante Marita Fekete, en su condición de directora del Archivo Histórico, y para el trabajo realizado por alumnos del Instituto Juan Anchorena, de Urquiza, bajo la coordinación de la profesora Patricia Villarruel, en los años 2007 (Desenterrando silencios) y 2008 (Silencios rotos), con los que participaron del Programa Provincial por la Memoria en el año 2007. “Me acuerdo que el cadáver apareció cerca de El Socorro, y después de todas las tortura que le hicieron, le prendieron fuego a unas cubiertas de auto, por lo que el cuerpo quedó todo chamuscado, pero no carbonizado. Lo trajeron al Cementerio en un servicio de Casa Sánchez, y los muchachos me comentaron, y yo miré el cuerpo. Nunca me voy a olvidar”, comenta Aguilera. Al fotógrafo Oscar Raisi, que en ese momento se desempeñaba profesionalmente para el diario La Opinión, le tocó cubrir periodísticamente la información. Tomó las fotos requeridas, con una sensación de cierto temor, que se justificaba plenamente por esa época, donde nadie estaba libre de alguna consecuencia. Aguilera recuerda que el cadáver fue sepultado en el osario, cerca de un añoso tala, que ya no está. Uno de los presentes tomó una pala de punta y efectuó unas marcas en el tapial, para señalar el lugar de la inhumación. Después alguien mandó a sacar esos restos, y ya no están más. En ese lugar, sobre los restos que estaban depositados en ese osario, se construyeron los nichos del Centro de Jubilados y Pensionados. Previo a la edificación, las maquinarias que pasaron una y otra vez, hicieron su trabajo de apisonamiento y nivelación del terreno, dejando enterrados para siempre aquellos cadáveres innomi-nados, cuya cantidad es imposible de determinar.

Osario
Aguilera recuerda que en ese osario, “al lado del tala, ponían a (todos) los (cadáveres) «raros». Nadie preguntaba nada, nadie quería saber. Una vez una mujer que respeto mucho, me dijo que seguramente los padres lo debían estar buscando a ese muchacho. Yo también soy padre y porque entiendo ese dolor, es que este caso me quedó tan grabado” No se supo que nunca nadie hubiera reclamado los restos de ese NN, aparecido cerca de El Socorro, pero cuyo origen se desconoce por completo “Un día, ya en democracia, vino el padre Gastón Romanello (que era integrante de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos) para revisar todo lo ocurrido durante la época de los militares. Escarbamos y aunque no estaba el cadáver, se me puso que algo tenía que haber, y encontré la cinta con la que estaba maniatado. El padre Gastón dijo que tenía que intervenir la Policía y a esa cinta la llevaron a San Nicolás, al juez federal Tanús, quien posteriormente dispuso la exhumación de cadáver, pero no se encontró nada. La cinta fue lo único que apareció.”


Fuente Semanario El Tiempo

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